21 dic 2017

Cortarse el pelo: curioso acto simbólico


Sí, es mi pelo 
El otro día paseando con mi madre me comentó que, más tarde, quería pasarse por la peluquería para pedir hora para cortarse el pelo. Le comenté que la acompañaría porque yo también llevaba unos días pensando en si cortármelo o no (MUCHO) y finalmente me había decidido.

Al pasarnos por su peluquería nos comentó que no tenía hueco hasta pasados 2 días. Así que fuimos a otra más cercana de casa, para ver si encontraba hora para mí, para ese mismo día o al día siguiente. ¡Imposible! Me dijeron, hasta dentro de 4 días no tenían ningún hueco, qué decepción! (sí, es que soy una persona muy impaciente).

Así que me fui para casa con su tarjeta en mano, decepcionada, acordando que la llamaría para concretar una cita si finalmente me decidía.


No sé si fue porque era el segundo día festivo de un macro puente y estaba muy aburrida en casa, pero no paraba de darle vueltas a la idea de que quería cortarme el pelo y quería cortármelo YA (sí, a lo niña pequeña caprichosa).

Así que me puse a indagar por internet y me resultó increíble la cantidad de videos que hay en youtube de chicas cortándose el pelo ellas mismas! A cada video que veía , más fuerza cogía la idea en mi cabeza: ¿Y por qué no? ¿Que era lo peor que podía pasar? Si me hacía un desastre siempre podía ir a la peluquería antes de volver al trabajo el lunes; no debía de ser tan difícil, no? Total, quería un corte a lo Uma Thurman en Pulp Fiction: Corto por la barbilla y recto… Más fácil imposible!

Y así estuve durante una hora viendo video tras video, alimentando mi idea y viendo trucos y técnicas para intentar hacerlo lo mejor posible.

Finalmente me decidí, me hice cuatro coletas y metiendo la tijera pensé: si lo piensas 2 veces no lo harás y… ZAS! Cerré la tijera y cayó la primera coleta.


¡Qué LIBERACIÓN sentí! 

No os podéis hacer una idea lo que un acto tan simple puede hacerte sentir: poder, valentía, libertad, exaltación…

Me di cuenta de que, vivimos tan sumamente arraigados a lo que dicta la sociedad, que la gente tiende a ver con miedo hacer cambios tan radicales en su físico y más aún si implican hacérselos unos mismos a ciegas.

¿Qué hay de malo en cambiar? El cambio es bueno, el cambio es avanzar y, por mucho miedo que nos genere la incertidumbre, lo mejor es abrazarla y dar un paso al frente pues, el cambio, amigos míos, es inevitable.

Nunca dejes que el que puedan decir los demás impida perseguir tus sueños, perseguir la vida que TÚ quieres vivir porque, al fin y al cabo, tu vida solo la vives tú y solo la vives una vez. Mejor hacerlo a tu manera, no?

Todo esto me generó reflexiones durante días sobre el cambio, la importancia que se le da hoy en día al qué dirán, lo criticados que seremos nosotros el día que dejemos la “fabulosa” vida de ciudad para irnos a un pueblo pequeño de montaña, con opciones laborables probablemente menos exitosas que aquí, pero, siendo más felices que quedandonos. Y, ¿qué importa lo que dirán los demás? ¿En eso se basa mi felicidad? En absoluto.

Pregúntate lo siguiente: ¿estás dispuesto a vivir por y para el qué dirán y enfrentarte a tu último día en la tierra sabiendo que no viviste para ti sino para contentar a los demás?

No hay comentarios:

Publicar un comentario